7º DOMINGO DE SAN JOSE
LOS 7 DOMINGOS DE SAN JOSÉ
Camino de preparación
al Acto de Encomienda
de la Archidiócesis de Toledo
al Patriarca San José
en este AÑO de SAN JOSÉ
Don Francisco Cerro Chaves,
Arzobispo de Toledo
VII Domingo: 14 de marzo de 2021
La devoción a san José
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Oración Inicial
Glorioso San José, protector, modelo y guía de las familias cristianas: Te ruego protejas a la mía. Haz reinar en ella el espíritu de fe y de religión, la fidelidad a los mandamientos de Dios y de la Iglesia, la paz y la unión de los hijos, el desprendimiento de los bienes temporales y el amor a los asuntos del cielo.
Dígnate velar sobre todos nuestros intereses. Ruega al Señor que bendiga nuestra casa. Otorga la paz a la familia, acierto a los hijos en la elección de estado. Concede a todos los miembros de nuestra familia y de todas las familias de la tierra, la gracia de vivir y morir en el amor de Jesús y de María. Amén.
Lectura Bíblica
“Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc. 2, 51-52).
Meditación
“Id a José y haced lo que él os diga” (Gn. 41, 55). Esta expresión del Faraón de Egipto, referida a José, el hijo de Jacob, en el Antiguo Testamento, ha sido acomodaticiamente utilizada para hablar de la poderosa intercesión de san José. “El faraón exaltó a José y le hizo príncipe de su reino, porque almacenó el grano y el pan y salvó su entero reino. San José ha salvado y protegido a Cristo, que es el Pan de la Vida y da la vida eterna al mundo” (San Lorenzo de Brindis).
La intercesión admirable que san José ha dispensado frente a las necesidades de las personas y de los pueblos, le ha hecho merecer un múltiple patrocinio ante las situaciones más adversas.
A san José se le invoca como patrono de la buena muerte. “Desde la conciencia de que todos hemos de pasar por el trance de la muerte, deberíamos invocar muy especialmente a san José, para que nos obtenga una muerte santa” (S. Alfonso María de Ligorio).
Pensamos que san José murió antes que Jesús, pues, de otra manera, seguramente hubiera estado presente en el Calvario, probablemente antes incluso de su vida pública, para no oscurecer la primacía del Padre Celestial. De manera que podemos pensar en una muerte santa acompañado de las personas más santas sobre la faz de la tierra, Jesús y María. Gran parte de la literatura espiritual ha imaginado este momento como el icono de la muerte perfecta, modelo de todos aquellos que quieren vivir y morir en el Señor.
Una piadosa tradición, citada incluso en una homilía por san Juan XXIII, sostiene la creencia de que san José habría sido también asunto al cielo, junto a otros santos del antiguo testamento, tal como señala san Mateo en su evangelio que ocurrió tras la muerte de Jesucristo (cf. Mt. 27, 52-53).
También, una invocación popular, se dirige a san José como “terror de los demonios”. Testimonio de su poderosa intercesión frente a las potencias del mal da el Beato Bartolo Longo, fundador del Santuario de Ntra. Sra. del Rosario en Pompeya, que durante una juventud muy escabrosa en la que coqueteó con prácticas espiritistas y asociaciones satánicas, quedó bajo la influencia del demonio. Liberado por la intercesión de la Virgen y de san José, hecho terciario dominico y devoto del santo rosario, consagró su vida a extender su devoción. “Pronuncia con frecuencia los nombres de Jesús, María y José. Sus nombres traen paz, amor, salud, bendiciones, gloria, admiración, alegría y veneración. Sus santos nombres son una bendición para los hombres y los ángeles, y un terror para los demonios. Los cristianos deberían siempre tener los nombres de Jesús, María y José en sus labios y en su corazón” (Beato Bartolo Longo).
Cada miércoles, según una venerable tradición, la Iglesia tiene especialmente presente a san José, el día que media entre los dedicados más directamente Jesús (el domingo) y a la Virgen (el sábado). En este año “jubilar” en honor de san José, la Penitenciaría Apostólica ha prevista indulgencia plenaria a aquellos que “cualquier oración o acto de piedad legítimamente aprobado en honor de San José […] cada miércoles, día dedicado a la memoria del Santo según la tradición latina”.
Muchos sacerdotes tienen la costumbre de celebrar la misa votiva de san José en aquellos miércoles en que no hay otra celebración preferente en el calendario litúrgico. “Cada miércoles, hacer algo por san José, una oración, una lectura espiritual, alguna mortificación, ofrecerle algo de mi” (S. Juan XXIII, Diario del alma).
El mes de marzo es un mes también lleno de la presencia del santo patriarca, y en nuestra nación muy especialmente ligado a su patrocinio sobre las vocaciones sacerdotales.
La Venerable María de Ágreda recogía, de sus experiencias místicas, una lista de siete privilegios que acompañan a la devoción a san José, que después ha popularizado la piedad cristiana:
1) alcanzar la virtud de la pureza y vencer las inclinaciones sensuales de la carne,
2) procurar ayuda poderosa para escapar del pecado y recuperar la amistad con Dios,
3) incrementar el amor y la devoción a Santa María,
4) asegurar la gracia de una muerte santa y protección contra los demonios en esa hora,
5) someter a los demonios con terror en la mención de su nombre,
6) alcanzar salud del cuerpo y asistencia en toda clase de dificultades,
7) acompañar el crecimiento de los hijos en las familias.
En las letanías de san José, aprobadas por san Pío X, tenemos otras tantas consideraciones que la espiritualidad cristiana ha reconocido en el conocimiento y el trato con el santo patriarca.
En nuestro camino para celebrar su solemnidad del 19 de marzo de este año “jubilar”, ojalá hayamos gustado su influjo espiritual y pongamos nuestra vida y ocupaciones bajo su manto y protección.
“San José, con el amor y generosidad con el que guardó a Jesús, guarda también tu alma. Como le defendió de Herodes, te defiende del demonio. Todo el cuidado que tuvo por Jesús lo tiene por ti y te ayudará siempre con su patrocinio. Ite ad Joseph! Id a José con extrema confianza, porque no recuerdo haberle pedido algo a san José sin haberlo obtenido pronto” (S. Pío de Pietrelcina).
Letanías de San José
Señor, ten misericordia de nosotros
Cristo, ten misericordia de nosotros.
Señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos.
Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.
Santa Trinidad, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.
Santa María, ruega por nosotros.
San José, ruega por nosotros.
Ilustre descendiente de David, ruega por nosotros.
Luz de los Patriarcas, ruega por nosotros.
Esposo de la Madre de Dios, ruega por nosotros.
Casto guardián de la Virgen, ruega por nosotros.
Padre nutricio del Hijo de Dios, ruega por nosotros.
Celoso defensor de Cristo, ruega por nosotros.
Jefe de la Sagrada Familia, ruega por nosotros.
José, justísimo, ruega por nosotros.
José, castísimo, ruega por nosotros.
José, prudentísimo, ruega por nosotros.
José, valentísimo, ruega por nosotros.
José, fidelísimo, ruega por nosotros.
Espejo de paciencia, ruega por nosotros.
Amante de la pobreza, ruega por nosotros.
Modelo de trabajadores, ruega por nosotros.
Gloria de la vida doméstica, ruega por nosotros.
Custodio de Vírgenes, ruega por nosotros.
Sostén de las familias, ruega por nosotros.
Consuelo de los desgraciados, ruega por nosotros.
Esperanza de los enfermos, ruega por nosotros.
Patrón de los moribundos, ruega por nosotros.
Terror de los demonios, ruega por nosotros.
Protector de la Santa Iglesia, ruega por nosotros.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
perdónanos, Señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
escúchanos, Señor,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo:
ten misericordia de nosotros.
Responsorio
V.- Le estableció señor de su casa.
R.- Y jefe de toda su hacienda.
Oremos:
Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos tener por intercesor en el cielo al que veneramos como protector en la tierra. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
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